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Me desnudo para ti, por ser también un adoquín del sendero que transito

jueves, febrero 02, 2017

Serie: Amar es perjudicial para la salud



Divagues para un poemario

Pejudicial I


Consumo mis días en éste amor,

su humo me atrapa,

me envicia.

Todo tiene sabor a huella

a pasado

a una especie de encierro sepia.

Rompe el precinto.

Amame, amor


Perjudicial II


Espero la hora.

El reloj de arena corre siempre en contra...

La espera languidece en mis uñas

quema las fibras de los candados

de ventanas que ya no sonrien.


Espero... siempre espero, amor


Perjudicial III


Navegaba en tí sucumbiendo

en la profundidad de tus grises

dejándome ir en el respeto

caricias de lenguas,

sobre tu cuerpo brindadamente tenso.


Como el cordón de tus zapatillas

me ajustaba a tu espalda

o me pegada a tu vientre tibio y anfitrión

adhiriendome a tu geografía simple

abrazada en tus ramas de sauce.


Repetidas mil veces en la humanidad del instinto

nuestras bocas

fueron fotocopias

mordiendo besos.


Todo tenía un momento

su momento preciso.


Montada en ti

escalé con uñas y dientes

haciendo lunas

en tu hombría enardecida

cerrando los ojos para ver el gemido.


Después... sólo llanto.


Perjudicial IV


Hay dias que mi piel se cansa de extrañarte

de sentir el delinear

de la ultima vocal en mis senos

que mis uñas solitarias buscan

el espasmo final de tu espalda

corvandose

las rodillas clavadas en el lino

apretandome

hay dias que mi almohada

llora conmigo

gime a mi nuca llamandote


hay dias que solo pienso,

sin excitar siquiera mi cuerpo

que se cansa conmigo de extrañarte


hay dias que mis pies caminan auroras

sorbo de tu boca estrellas

sobre lágrimas secandose al sol.



3 de enero 2003

“sin encontrar el fuego para encender la noche”
Jorge Meretta
Quizás, el hombre primitivo pensó en la noche, como sería el fuego, que crearan sus manos.
No sería igual al de los dioses, por supuesto, sería el fuego iniciado de un hombre observado por vigilantes estrellas. Una lumbre tenue, casi plomiza, que día a día debería alimentar para que sin ofender, se asemejara.
Tal vez, presumo, así fue. Necesitaba iluminar el sendero, la noche, dar rumbo a sus sueños,
crear la magia, la complicidad con su propia ausencia. Quizás, pensó apenas, en tender la mano al manzano apetitoso, raptar inclemente un mundo perdurablemente momentáneo de ilusión sin temer a la serpiente y la frustrante sensación de vivir por nada.
Luego, inventó otros fuegos, sobre piedras memoriosas, para no seguir tan solo.